En la actualidad el manejo de datos personales tiende a convertirse en un problema de seguridad para las naciones.
En Brasil se descubrió en 2021 la mayor filtración de datos personales de la historia que afectó a más de 223 millones brasileños, incluidas personas fallecidas, que eran vendidos por terceros, en paquetes que costaban desde 500 dólares, pagos en Bitcoin.
El valor aumentaba de acuerdo con el número de datos solicitados. Se sabe que “las bases de datos disponibles, gratuitas o en venta, incluyeron nombres, identificadores fiscales, imágenes faciales, direcciones, números de teléfono, estado civil, financiero, la lista de todos los familiares de primer grado (padres, hijos, hermanos), correos electrónicos, puntuación de crédito, salarios y más”, según denunció el portal tecnológico brasileño Tecnoblog.
La denuncia puso sobre el tapete la necesidad de regular más y vigilar mejor el uso de los datos personales que nos dejan en manos de desconocidos y nos enfrentan a un peligroso abanico riesgos.
En Brasil, como en el resto de países de América Latina de renta baja, incluida Colombia, se crean bases de datos personales gigantescas y se le presta muy poca atención a la seguridad cibernética y a la protección de los mismos, pese a que existen leyes al respecto.
“Lo primero que aconsejo a mis alumnos en los talleres de seguridad cibernética que imparto es que no ingresen datos personales en las redes”, dice a Portafolio el coaching tecnológico colombiano, David.
“Esos datos son utilizados por hackers que realizan un perfilamiento de la persona y, por medio de la ingeniería social, sacan el resto de información para hacerse con nuestras claves y, a partir de ahí, no solo aniquilarnos digitalmente sino generar pérdidas económicas”, denuncia.
Por eso, urge que empresas y ciudadanos seamos conscientes del riesgo digital que corremos al exponer nuestros datos personales y los de otros en las redes sociales y que exijamos, además de la responsabilidad personal del usuario, la vigilancia y el estricto cumplimiento de las leyes, incluso, más allá de lo fijado por la norma.
“Todos los días aparecen nuevas amenazas; todos los días tenemos nuevas aplicaciones, nuevos programas, software y hardware que generan mayores riesgos”, alerta a Portafolio, Oscar Puccinelli, Doctor en Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Derecho Constitucional y Derechos Humanos y Juez de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial.
“En ese contexto es muy importante no solo la actividad que puedan desplegar los reguladores y las empresas que ponen a disposición esas aplicaciones, los software o hardware, sino también la responsabilidad personal de aquellos que estamos aportando información a la red”, añade.
El concepto de aniquilación digital, según algunos expertos, no solo se emplea para la censura pública aplicada en las redes contra personajes populares por comentarios o posiciones que son condenados por la mayoría (como racismo, machismo, discursos de odio, etc.) o por la cancelación de espacios por las redes como le sucedió al expresidente, Donald Trump, con Facebook y Twitter, por ejemplo, sino también se aplica por la indefensión en que nos deja la manipulación y oscura utilización de nuestros datos personales por parte de terceros, entre otras cosas.
“La red 3.0 con tránsito a la 4.0 nos están llevando a una web simbiótica donde con todas las implicaciones que tenemos, con el internet de las cosas (o la interconexión digital de objetos cotidianos con la internet), con censores y con dispositivos en nuestros cuerpos, darán demasiada información nuestra, incluso la que no queremos dar”, afirma.
En Brasil, como en Colombia, existen leyes de protección de datos pero eso no fue suficiente para frenar y reglamentar el comercio y tráfico de los datos personales. “Hay que ir más allá”, dice Puccinelli y es preciso encontrar el mecanismo apropiado para hacerlo, en su opinión.
Puccinelli vino a Colombia en noviembre pasado, invitado por la Asociación Colombiana de Compliance y la firma Moncada Abogados, organizadores del Foro global sobre los riesgos digitales, realizado en Medellín.
Cultura de protección
“La cultura de la protección de datos tiene que fomentarse desde la niñez, desde la temprana edad hasta, por lo menos, la etapa universitaria para que todos los que nos formemos o se formen hasta la edad adulta tengamos la posibilidad de proteger nuestros datos para evitar riesgos que lamentaremos”, afirma.
Lo que deben hacer ciudadanos y empresas, en su opinión, es trabajar en equipo, con objetivos claros y posibles que conduzcan a la protección de los datos personales y que prevengan el abanico de riesgos que supone el no hacerlo. No sólo hay que crear normas de protección sino vigilar que se cumplan, siempre con una perspectiva de futuro.
La reciente filtración de datos en Brasil dejó claro, que “ya no se puede posponer la preocupación por la protección de datos. Para abordarla con seriedad, se necesita una estrategia nacional de protección de datos, que partan de iniciativas de capacitación bien diseñadas y dirigidas a toda la población. Es la única manera de crear una cultura de protección de datos, en la que tanto las personas como las organizaciones comprendan su gran valor”, afirma el portal Open Democracy.
Para Puccinelli “el principal actor en la protección de datos es uno mismo” y la protección empieza en la casa, aunque también está la responsabilidad de los bancos de datos, que piden el consentimiento de una persona para manejar nuestros datos y cuyas actividades se deben vigilar para el estricto cumplimiento de la ley.
Personalmente, “somos muy irresponsables con nosotros y los otros. Muchas veces subimos a las redes fotos de otros, sin su consentimiento”, señala Puccinelli y ese hecho podría afectar también sus vidas en un futuro.
En la actualidad el manejo de datos personales tiende a convertirse en un problema de seguridad para las naciones pues, con los esperados desarrollos de la computación cuántica, por ejemplo, el almacenamiento y la información será mucho más amplia, detallada, veloz y precisa y los expertos admiten que eso podría poner en riesgo a países y regiones enteras. Por eso, otros expertos insisten que la digitalización sostenible no será posible sin una protección sólida.
GLORIA HELENA REY
Tomado de: portafolio.co
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